domingo, 30 de enero de 2011

Estofado de albóndigas con patatas (V)



Ingredientes:
una taza de copos de avena
una cucharada de harina de garbanzos
dos cucharadas de pan rallado
salsa de soja
media cebolla
tomate frito
una patata grande
medio vaso de vino
laurel
clavo
pimentón

Elaboración:
Se pone la avena en remojo con agua y un chorrito de salsa de soja. En una olla hacemos un sofrito de cebolla y tomate. Mientras se fríe escurrimos la avena y añadimos el pan rallado y la harina hasta hacer una pasta espesa. Lo dejamos reposar un poco mientras pelamos y picamos
la patata. Ponemos agua en la olla, la patata y las especias. Mientras se cuecen hacemos bolas con la avena y las vamos friendo. Escurrimos bien el aceite. Cuando las patatas estén casi echas añadimos las albóndigas y el vino. Servir calentito y con un poco de pan para rebañar la salsa.

Crema de almendras (V) (SG)


Inspirada en las recetas de quesos de forovegetariano.org.
Ingredientes:
100 gr de almendras
2 dientes de ajo
2 cucharadas de levadura de cerveza
2 cucharadas de zumo de limón
3/4 de un vaso de agua

Elaboración:
Se ponen todos los ingredientes en el vaso de la batidora y se pican muy finos. Se pone en un táper en la nevera y se queda en reposo 24h. Recien hecho está muy líquido y de sabor fuerte, pero cuando reposa se queda más espeso y suave.
Está muy bueno para untar pan en el desayuno o la merienda. Es una buena forma de tomar una ración diaria de frutos secos, y al mismo tiempo, un poco de ajo crudo.

martes, 18 de enero de 2011

Adiós Candy

Un pequeño homenaje a mi gran amiga. Cuatro años no fueron suficientes, pero siempre te recordaré.

lunes, 17 de enero de 2011

Leche de avena (V)




Hay tres formas de hacer la leche de avena, según gustos y preferencias. La primera es con la avena en crudo:

-Ponemos una taza de avena en remojo con un litro de agua. Después de unas horas lo pasamos por la batidora, lo colamos y añadimos una pizca de sal. La avena que queda en el colador se guarda para hamburguesas. Esta receta es la que da el sabor más intenso.

-En una olla ponemos un litro de agua y dos o tres cucharadas de avena. Lo dejamos cocer un poco pero sin que llegue a hervir del todo, unos 20 minutos a fuego medio. Se cuela y añade sal. Esta receta es la más barata porque se usa muy poquita avena. Con un paquete de 500 gr te salen unos 15 litros de leche. Lo que queda en el colador se aprovecha para hamburguesas.

-Con una maquina. Las anuncian para hacer leche de soja, pero se puede usar para lo que quieras. Llenas de agua hasta la marca, pones la avena con un vasito medidor, le das a un botón, y en 15 minutos tienes litro y medio de leche. Es la más practica. Si tomas leche cada dia en el desayuno merece la pena hacer la inversión. Te ahorra mucho tiempo en la cocina. La única pega es que no puedes aprovechar los restos, porque apenas hay. Se aprovecha todo.

La avena es uno de los cereales más nutritivos que hay y ha sido injustamente relegada de la dieta moderna. Es el alimento de los caballos de carreras. No da problemas de alergias ni tiroides como la soja. Sirve lo mismo en dietas para adelgazar que en epoca de crecimiento o convalecencia.

Parte de su atractivo es que no sabe a nada, con lo que coge fácilmente el sabor de lo que le añadas: con un poco de salsa de soja te queda una hamburguesa que recuerda a las de carne, y con un poco de cacao te puedes tomar una deliciosa taza de chocolate caliente.

Sobre el dolor




Pasa algo curioso cuando estás triste: a la gente le molesta. En lugar de abrazarte, comprenderte, y ofrecerte un hombro sobre el que llorar, se ponen nerviosos, intentan tranquilizarte, quitarle importancia a tu dolor, fingir que no ha sido para tanto, o recordarte que hay cosas peores. Lo más tonto que me han dicho después de morir mi gata, es que todos tenemos que morir. Vaya descubrimiento; como si por eso me fuera a doler menos que les toque a los mios. Lo más absurdo, que me tome un tranquilizante. ¿Para que? Para que me "relaje", se me olvide la pena y no moleste con mis lágrimas.

LLorar se ha convertido en algo vergonzoso. Que te pillen llorando es casi como que te vean desnuda, tienes que correr a esconderte y que nadie te vea. No siempre ha sido asi. Según la biblia, cuando alguien recibia una mala noticia se "rasgaba las vestiduras" (literalmente), se cubria de ceniza la cara y se encerraba a llorar y ayunar durante dias. Quizás por eso no tenian depresión ni necesitaban psiquiatras. Imaginad que hoy hiciera alguien algo asi, es impensable. Hay que ser fuertes, duros, como un heroe de hollywood al que le pegan un tiro y sigue luchando sin quejarse. Incluso llorar en un funeral está mal visto; la gente te dará palmaditas como si fueras un perro, para tranquilizarte y que te controles. Queda lejos aquella época en que llorar en un funeral era tan importante que se contrataban plañideras profesionales, no fuera el caso que la familia no tuviese lágrimas suficientes.

Lo curioso es que alegrarse demasiado tampoco está muy bien visto. Recuerdo cuando mi cuñada se quedó embarazada y, al felicitarla, me contestó que no queria hacerse muchas ilusiones por si algo salia mal. Mi madre me dijo algo parecido cuando murió Candy: que es mejor no tener animales para no sufrir luego al perderlos.

Vivimos tan rodeados de máquinas, que nos estamos volviendo máquinas nosotros tambien. Yo reivindico mi derecho a seguir siendo humana, a reir, a llorar, y a sentir. Si no, ¿como sabria que sigo viva?

sábado, 8 de enero de 2011

Candy se fué




En realidad, la leucemia se la llevó. Cuando la adopté ya sabia que los gatos leucemicos viven menos que los demás, y que se te pueden morir en cualquier momento, ¿pero como iba a imaginar que seria tan pronto, que solo tendríamos cuatro años?, ¿y como iba a saber que su muerte me destrozaría tanto? (No es que me arrepienta, adoptar a Candy es lo mejor que he hecho jamás). Luchamos juntas durante un mes, y todo el tiempo estuve convencida de que se recuraría. Sus análisis eran perfectos, estaba muy sana; simplemente tenia fiebre. Pero mejoró mucho con los antibióticos. Es verdad que dejó de comer, pero solo porque estaba resfriada. Con los mocos perdió el olfato, y los gatos si no huelen la comida, no comen.

Yo le daba cada día su medicación, le daba de comer con jeringuilla, le daba agua, le dí homeopatia y unas gotas de equinacea para las defensas (a veces me sentía como el granjero que pone un embudo a las ocas para hacer foiegrass). Le hacia reiki a diario. Todas las técnicas de sanación que conozco, y algunas improvisadas especialmente para ella. La pobre me veía venir y se escondía bajo la cama. Recé mucho por ella, pedí ayuda a cualquiera que quisiera escucharme. Hablaba con ella todo el tiempo; le prometí que un dia tendriamos una casa con jardín para que pudiera tomar el sol en la hierba y trepar a los árboles (ya no me hace ilusión, ¿como voy a poder disfrutarlo sin ella?). Cada día estaba más débil, apenas aguantaba la comida en el estomago, apenas se aguantaba de pie, perdió más de kilo y medio. Pero yo estaba segura de que cuando se curase el resfriado, cuando no tuviera mocos, volvería a comer y se recuperaria completamente. Otra cosa era inconcebible.

La llevaba a la arena varias veces al día, hasta que dejó de controlar y se lo hacia encima. Entonces la instalé en la camita de la perra, así solo tenia que cambiar las toallas de vez en cuando. Pero seguia sin dudar que se iba a recuperar (tiene que hacerlo, ¿Como voy a vivir sin ella?). Hasta el día de reyes. Estaba pensando si, por ser fiesta, podría saltarme la dieta y hacer churros con chocolate para desayunar. Fuí a cogerla para darle su desayuno, y la vi respirando de una forma especial. En ese momento lo supe. La realidad me golpeó con tanta fuerza que me eché a llorar, y todavía no he parado.

Cuando trabajas con moribundos aprendes a reconocer esa respiración: es como un jadeo que sale del diafragma, y es irreversible. Es el momento en que el médico avisa a la familia para que se despidan. No hay nada que hacer.

Cuando me calmé lo bastante para conducir (es un milagro que no me haya matado con el coche yo también), la abracé mil veces, la llené de besos, y le prometí que no la dejaría sufrir. Nos fuimos al hospital, y ella tan buena, que nunca había protestado (la única gata que conozco que no tenia miedo de viajar en coche), iba llorando todo el camino. Lo sabia. No se como, pero lo sabia. Estuve a punto de volverme. Quería decirle "no te preocupes, que nos vamos a casa, no voy a hacerte ningún daño". Pero, ¿y luego? Me pasaría días viéndola morir lentamente de asfixia. No podía hacerle eso.

Entré en el hospital, dije: "Mi gata se muere", y me eché a llorar otra vez. Creo que hace días que no hago otra cosa. Le hicieron algunas pruebas, porque la opinión del propietario no suele ser muy de fiar. El análisis era completamente diferente del de solo un mes antes: no tenia glóbulos blancos, no tenia glóbulos rojos, no tenia plaquetas, no tenia nada. Se estaba apagando poco a poco. Lo que si tenia era los pulmones llenos de liquido. La veterinaria de guardia dijo que podíamos sacarle el liquido con una punción, hacerle una transfusión de sangre... pero en unos días volvería a estar igual, no merece la pena hacerla sufrir más. Yo ya lo sabia, pero la deje hacer las pruebas con la pequeña esperanza de haberme equivocado (y como casi no podía hablar, menos aún podía explicarle que no necesitaba las pruebas, que podía ver a simple vista que estaba agonizando).

Firme la eutanasia, y me quedé con ella hasta el final, para que no se sintiera sola y abandonada. Hasta el último minuto, solo tenia que rascarle la barbilla para que cerrase los ojos y ronronease de felicidad. Sujetarla mientras le ponían la vía es lo más duro que he hecho en mi vida. Mi pobre niña, que no se había quejado cuando le sacaron sangre, pataleó para defender su vida. No se como lo sabia, pero lo sabia. Me dejaron despedirme, y abrazar ese cuerpecito tan pequeño que albergaba un alma tan grande. Pero tuve que dejarla allí, porque no tengo donde enterrarla. Me fuí y la dejé allí solita, sobre la mesa, y casi fué como abandonarla. Solo me queda ahora su collar; lo cogí como recuerdo y me pareció un sacrilegio (como robarle un diente de oro a un muerto). Lo ha llevado tantos años que parecía desnuda sin él.

Ahora me toca aprender a vivir sin ella, y no se como voy a hacerlo. La casa parece vacia sin ella, donde quiera que mire solo veo su ausencia. La adopté cuando me independicé para tener a alguien esperándome al volver a casa. Era el caso más difícil que tenían en ese momento: con cinco años y leucemia, ¿quien la iba a querer? (¿y quien podría no quererla después de haberla conocido?). Por eso la elegí, o más bien, ella me eligió. Me seguía a todas partes, se frotaba, maullaba para que le hicieran caso. Necesitaba un hogar, y yo la necesitaba a ella. Nunca me he entendido muy bien con los humanos. Ella no solo era "una más de la familia", era mi familia entera, y mi mejor amiga, todo a la vez. Me seguía por toda la casa como un perrito, cuando llegaba venia corriendo a la puerta a recibirme, cuando iba a salir se tumbaba en la puerta para que no me fuera; le gustaba mirar por la ventana y me llamaba para entrar y salir. Me había tomado por la portera, pero yo le consentía todo, porque verla feliz me hacia feliz a mi. Se subía en la mesa y me llamaba, levantando una patita, como si dijera: "ven, ven", y cuando la cogía en brazos, me amasaba hasta llenarme la ropa de babas. Lo era todo para mi. Nunca he estado tan unida a nadie en toda mi vida, ni volveré a estarlo. Cuando tienes varios animales, el amor está más repartido. Pero durante casi dos años ella fué todo mi mundo, mi razón de vivir.

Luego llegó un cachorrito que también tiene leucemia y estaba en riesgo de sacrificio, luego llegaron más... (son tantos los animales que sufren, y yo quisiera salvarlos a todos). Pero ella siempre fué la primera para mi. La gata más especial del mundo. La única que se dejaba cortar las uñas, limpiar las orejas, podías hacer lo que quisieras con ella. Nunca me habría mordido. Ni siquiera la vi bufar. Podría haberla dejado con un recién nacido sin miedo (y pensaba hacerlo, quería que mis hijos crecieran con ella). Cuando las vecinas subían a la terraza a tender la ropa, salia por la ventana para frotar la cabeza en sus zapatos. Quería a todo el mundo. Y ya no está.

Desde que se fue no puedo comer, ni dormir. No puedo pensar. Solo me arrastro por la casa en pijama mirando todos los sitios donde ya no la veré (la cesta de la ropa sucia donde le gustaba dormir, el respaldo del sofá donde se ponía para estar a mi lado, la repisa de la ventana donde maullaba cuando quería salir a tomar el sol). Nunca tendré otra gata tan especial como ella.

Quisiera poder hablar con ella, preguntarle si fué feliz conmigo, si me quisó tanto como yo a ella, si me ha perdonado por traer más gatos a casa. Se que no le gustaba ser familia numerosa, pero me gustaría creer que se adaptó. Nunca se peleaba con nadie. Era tan buena... ahora está muerta y a mi me gustaría morir también para estar con ella.

Claro que no puedo seguirla. Porque hay otros que dependen de mi. Y los veo tan felices, que casi me dan ganas de enfadarme con ellos, ¿es que no ven que ella no está?, ¿como pueden seguir como si nada? A veces ayuda pensar que nuestros amigos están en un lugar mejor y nos volveremos a encontrar, pero no hay ese consuelo para mi: ella se había criado con una anciana que murió, y los hijos se quedaron con la herencia y tiraron la gata a la calle (¿como pudieron preferir el dinero y las joyas antes que a mi dulce Candy?, ¿como pudieron abandonarla, si yo daría todo lo que tengo por recuperarla?). Ahora debe estar con su primera dueña, y ya no se acordará de mi. La llamará por su antiguo nombre, que yo no conozco, y cuando suba y la busque no podré encontrarla. Ya no será mi dulce Candy nunca más.