sábado, 22 de julio de 2017

Cosas que pasan si eres mujer y sales a la calle




Ayer salí cargada del supermercado y me paré en un banco del parque a reordenar las cosas en la bolsa, que no cabían bien. Cuando me iba un tipo me gritó:

-¡Oye, que te dejas eso!

Me giré a ver que me había olvidado pero solo vi en el suelo, al lado del banco, unos trozos de cartón roto y mojado que llevaba ahí varios días.

-Eso no es mio.
-¿Seguro que no?

Me miró con una cara de mala leche que por fin me di cuenta de lo ingenua que soy. No era un amable señor que me avisaba de que se me olvidaba la compra. Era un gilipollas amargado con ganas de gritar a una mujer por dejar basura tirada en el parque. Aunque no lo hubiese hecho. En realidad, si se hubiese fijado antes de hablar, tuve que abrir una caja de cereales porque no me cabía en la bolsa, metí el plástico dentro y me fui con el cartón en la mano para tirarlo a un contenedor de reciclaje. Pero ¿que importa?, un hombre siempre se cree con derecho a llamar la atención o regañar a una mujer que no conoce por algo que imagina que ha hecho. Me juego todo lo que tengo que a un tipo de dos metros no le habría dicho ni mú aunque le hubiese visto vaciar una papelera en la puerta de un colegio.


Hace tres días iba en tren a casa, cuando un pedigüeño me puso un papel en la mano. No lo ofrece por si lo quieres, te lo mete en los morros y tienes que cogerlo si o si. Lo cogí y lo deje en el asiento vació de al lado. Colaboro cuando puedo con quien quiero, pero nunca doy a quien pide por la calle, entre otras cosas porque tengo un tío que se bebe su pensión de 1100 euros en una semana y luego pide por la calle para seguir bebiendo, no por un bocata. Además, he visto a gente recitando "es triste pedir pero más triste es no tener comida en la mesa" con obesidad mórbida. Si, mórbida. Yo estuve en paro y perdí 12 kilos en mes y medio porque solo comía un plato de arroz hervido una vez al día.

Bueno, total, que el tipo me vio y me pidió con malos modales que le devolviese el papel. Se lo dí y seguí leyendo mi libro. Empezó a regañarme en voz alta, sin mirarme directamente, con frases como "en la ciudad la gente es muy egoísta y a nadie le importa si el que está al lado está sufriendo y cada uno va a lo suyo y hoy nadie se preocupa por nadie, no se donde está la humanidad", etc. No levanté la vista, a paciencia no me gana nadie, y seguí leyendo tranquila hasta que se cansó y se fue.

A un hombre no le regañan los vagabundos por no darles dinero. En realidad, no recuerdo a ver visto a un vagabundo acercarse a un hombre a pedir. Las mujeres, que cobramos mucho menos, tenemos que ser más generosas y compasivas. Ellos pueden andar tranquilos porque si alguien les molesta lo mandan a tomar por culo o le dan un puñetazo. Y como todo el mundo lo sabe, directamente se lo ahorran.


Hace una semana estaba en el parque con mis perras cuando un tipo empezó a pegarme la bronca porque si el parque está sucio, los perros se cagan y no se más. Justo acababa de recoger la caca de mi perra e iba a la papelera con ella, así que levanté la bolsa en alto para que la viese bien, y le grité:

-¡Mira, ¿lo ves? Yo la recojo, así que busca al que no lo haga y se lo dices!

¿Crees que se disculpó, o como mínimo, se calló la boca? Que va, siguió murmurando sobre la mierda de los perros y me tuve que ir a la otra punta del parque para no oírlo. Me juego todo lo que tengo, otra vez, que a un hombre no le hubiese dicho nada aunque le hubiese visto dejando la mierda ahí. A mi, que soy mujer, me puede pegar la bronca aunque no tenga motivo. Porque sabe que aunque me moleste no le romperé la nariz de un puñetazo.

Hace años, cuando trabajaba en Unipost, iba por la calle con un carro lleno de cartas y una mochila cuando me paró un anciano que llevaba la compra y me soltó:

-Oye niña, llevame esto a casa, aquella de allí.
-Llevalo tu, que no soy tu criada.

Se enfadó y se fue gritando sobre los maleducados que son los jóvenes hoy día. Ni por un momento se le ocurrió que él estaba siendo muy grosero al pedirme que deje mi trabajo para hacerle las tareas. ¿Cuando llegue a tu casa no querrás que te la friegue también?, ¿y una mamadita ya que estoy aquí? No dudo ni por un momento que si le hubiese hecho caso hubiese seguido pidiendo todo eso y más. Porque es un hombre y se cree con derecho.


Cuando hablamos del acoso que sufren las mujeres en la calle nos referimos siempre al acoso sexual, a los comentarios obscenos o desagradables, a las opiniones no pedidas sobre nuestro aspecto, al "sonríe que estás muy seria", como si andásemos por la calle con la única finalidad de alegrarle la vista a un hombre. Pero hay mucho más que eso. Los hombres desconocidos no solo se creen con derecho a decirte lo que opinan sobre tu culo o tus tetas, o lo que te harían en la cama si te pillasen. También, se creen con derecho a regañarte o darte ordenes como si fueses una cria.

No hay comentarios: