sábado, 9 de diciembre de 2017

Omplim Brusel·les



Objetivo cumplido. Más que "omplir", la hemos desbordado. Donde quiera que mirases, solo veías catalanes: en las calles, llenas a reventar, en los trenes, metros, autobuses, cafeterías, en el aeropuerto. Las última cifra oficial es de 60.000 manifestantes:

http://elmon.cat/politica/policia-federal-belga-xifra-60000-assistents-manifestacio

¿Que otro pueblo puede organizar una manifestación semejante, ya no en su ayuntamiento, o en la capital, si no en la capital de otro país a 1300 km de distancia? Y pagándose el viaje cada uno de su bolsillo.

En mi caso concreto, a sido mi primer viaje al extranjero, y la primera vez que subo a un avión. Dudé bastante, no en ir a Bruselas, eso lo tuve clarísimo desde que supe que se organizaba (los políticos catalanes han perdido su libertad por defender mis derechos, lo menos que puedo hacer yo es ir a Bruselas a defender los suyos), si no porque el viaje en autobús era mucho más barato. Al final me decidí a hacerlo en avión porque me resultaba complicado dejar las perras con otra persona tres días, comer fuera de casa SG todo ese tiempo (tuve que llevarme toda la comida para el viaje porque es difícil encontrar comida apta y menos sin saber el idioma), y con mis problemas de salud me pareció muy duro un viaje de autocar de 20 horas, manifestarte y otro tanto de vuelta. Ya al bajar del avión después de dos horas me dolían las rodillas.

La odisea empezó el día antes, donde después de dejar comida y agua en abundancia para los gatos, cogí a mis perras y me fui para Barcelona. Me quedé a dormir en casa de una amiga, y a las 4 de la mañana me vino a recoger otra, porque el transporte público al aeropuerto no funciona tan temprano y dejar el coche en el parquing todo el día me salía por 30 euros. Conocí un montón de gente maja; por cierto todo el avión hablaba catalán, yo era la única que hablaba castellano (no por mala educación, si no porque no tengo en catalán la misma fluidez que en mi lengua materna), y nadie me dijo ni pío. ¿Me oyes, Albert Rivera? Deja de mentir como un bellaco, en Catalunya somos todos bilingües, cada uno habla como le da la gana, y nadie se molesta. Tardamos en salir porque había tantos vuelos que no nos daban pista. Me tocó asiento de ventanilla y pude ver los Pirineos desde arriba. Luego en Bruselas tuvimos que esperar media hora porque no tenían suficientes autobuses para recogernos del avión y llevarnos a la terminal, estaban completamente desbordados. Luego cogimos el tren y el metro y al fin pude llegar a la plaza Cinquantenaire (un nombre muy apropiado, en conmemoración de sus 500 años de independencia del imperio español). Estaba repleta de catalanes por todos lados:




Por fin empezó la marcha, y dimos varias vueltas al parque, apretujados, helados de frío, a 3º, con un viento helado y una fina lluvia que calaba hasta los huesos, pero muy felices. La Unión Europea ha estado mirando para otro lado mientras España pisoteaba todos nuestros derechos, como estado franquista que es, así que "me llena de orgullo y satisfacción" gritarle en su misma cara que somos una República, que queremos libertad para los presos políticos, y que Puigdemont es nuestro legitimo president.




Que metan a M. Rajoy en la cárcel, a ver cuanto se levantan del sofá para defenderle. Es lo que tiene cumplir el programa electoral, que te ganas el respeto y el cariño del pueblo. Después de la marcha nos fuimos a otra plaza, donde habían montado un escenario para dar discursos y pantallas gigantes para los que estábamos en la calle, porque no cabíamos dentro. Habló muchísima gente, a la mayoría ni los conocía, a muchos ni los entendía (el inglés lo leo, pero no lo hablo, y el francés, alemán, neerlandés, mucho menos), y se tocó música. Duró al menos un par de horas, se empezaba a poner el sol y hacia muchísimo más frio todavía, pero nadie se movió, que para eso habíamos ido.


Bomberos catalanes donando sangre en Cruz Roja bajo el lema "Esta es la única sangre que vamos a derramar".

Finalmente hubo que marcharse; de camino al aeropuerto compré varias cajas de chocolate belga para las amigas que me ayudaron a hacer posible el viaje (la taxista, la canguro perruna, la capitalista que me pagó la mitad del billete). No vi ningún chocolate sin gluten, así que yo me quedé con ganas de probarlo; ni el chocolate, ni la cerveza belga, ni los gofres que venden por todas partes. Eso si, hambre no pasé porque llevaba la mochila llena. En el avión de vuelta dormí todo el camino, mi amiga me recogió, pasamos por Barcelona para recoger mis perras, que estaban deprimidas, y por fin llegué a casa sobre las dos de la mañana. La república está ahora un poco más cerca.

Barrenderos belgas sorprendidos de que una manifestación de 60.000 personas no haya dejado nada que barrer.


"Esta Catalunya es la mejor cara de Europa". Carles Puigdemont.

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